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Quiero emprender, pero ¿en qué?

Cuando salí de la universidad, con entusiasmo y visión, me asocié con un compañero de clases para abrir nuestro propio negocio. Conseguimos un préstamo, hicimos una revisión de opciones y contratamos una franquicia de gran éxito y crecimiento. Abrimos el local y todo iba bien… hasta que no fue tan bien. No haré la historia larga: diez meses después, el local estaba cerrado. Quebramos nuestro primer negocio en menos de un año.

Esto parece una historia de fracaso y horror, pero es el cuento más común del planeta: se alinea perfectamente con el promedio nacional, en donde tres de cada cinco negocios cierran en el primer año, y solo uno de cada diez supera los tres.

Emprender no es sencillo. Constantemente caemos en la trampa de la “Ilusión de Zuckerberg” que nos hace creer que existe una idea genial que, de pronto, nos sacará de pobres. Emprender es muy posible, pero antes de poner todos los huevos en una canasta, aquí algunas ideas.

Yo creo que todos podemos y debemos emprender. Independientemente de que tengas un trabajo con un sueldo, o que quieras dar el brinco por completo, me parece claro que aprender a crear valor con tu talento es la habilidad de supervivencia más importante del siglo XXI.

1. No sigas al dinero; sigue tu talento

Cuando empezamos a pensar en emprender, aparecen en el horizonte opciones que parecen seguras o sencillas. Poner una franquicia o convertirte en asesor de seguros puede ser una gran idea si forma parte de tu abanico de talentos y pasiones: si es algo que te gusta y que sabes hacer bien. En cambio, será una mala experiencia si realmente no es lo tuyo. Olvidémonos, por ahora, del dinero fácil, y en cambio, empecemos por el otro extremo del cordón.

Hazte esta pregunta: ¿Para qué soy particularmente bueno? ¿Qué hago mejor que los demás? O, si nos ponemos más profundos: ¿Cuál es mi talento? ¿Qué es lo que yo soy?

No es una pregunta sencilla, pero es una de las más importantes que jamás te harás. En su libro El Elemento, Ken Robinson plantea la necesidad de descubrir y alimentar nuestro talento. El talento es algo que te ha sido dado de nacimiento, y que puedes desarrollar con mayor facilidad que otras personas. Es un regalo, y huir de este, un gran error.

Un buen chef gana más que un abogado mediocre, y un artista hábil puede llegar más lejos que un ingeniero aburrido. Deshazte de la idea de que hay profesiones o negocios mágicos en donde hay dinero. Dinero hay en todas partes. Colócate en el lugar en el que tú seas la mejor opción. Aprende el negocio de tu talento, y verás cómo las oportunidades se multiplican.

2. No sigas a la moda; sigue tu pasión

En esta vida nada se pierde, y todo puede ser, al menos, un gran aprendizaje. Pero si el talento es lo más importante en lo que a éxito se refiere, la pasión le sigue en segundo lugar (ojo: ¡no en primero!).

Seguir una pasión que no es tu talento es un camino arduo y deprimente. Hay personas a quienes les apasiona el modelaje, la actuación o el futbol, pero si no tienen el talento, no importa cuántas miles de horas le dediquen: nunca estarán en el top de su profesión. El mundo no te premia por seguir tu pasión: el mundo te premia por generar valor, y el mejor lugar para hacerlo es en tu “elemento”, el lugar en donde tus talentos y tus pasiones se cruzan.

¿Por qué es tan importante seguir tu pasión? No para “divertirte” o “pasarla bien”, sino para ser capaz de soportar las largas horas, las caídas, los embates, los fallos y los esfuerzos que implica montar y hacer crecer un negocio. No sucederá por arte de magia; pero sí será mucho más sencillo.

La pasión puede dar motor y propósito a tu proyecto. Busca algo que haga latir tu corazón con fuerza; algo de lo que estarás orgulloso; algo que proyecte tu fuerza en un mundo mejor. Sueña en grande y ve por todo.

3. Empieza pequeño, aprende y crece

Si ya estás en el lugar en donde tus talentos y tus pasiones están reunidas, entonces lo que sigue es: aprender más; desarrollar tu talento y educarte en las partes del negocio que son necesarias para su éxito, aunque no sean su núcleo.

Por ejemplo, si tu pasión es el teatro (estoy usando un ejemplo artístico, pero puede ser lo que sea, desde componer computadoras hasta vender helados), no basta con que sepas actuar o poner un escenario, aunque lo hagas muy bien. El empleado hace bien su trabajo, pero el emprendedor es un “aprendedor”; no solo ama lo que hace, sino que está dispuesto a estudiar la parte propia del negocio, las partes “aburridas”:  contratar un equipo, vender, buscar clientes, generar nómina, promover, pagar impuestos, crear sistemas eficientes y buscar nuevos productos. A un buen actor lo contratan mucho; pero un actor emprendedor contrata a otrosactores para crear algo más grande y llegar a más personas. Transforma su talento en empresa porque se atreve a abandonar su zona de confort. Deja de ser artesano para convertirse en empresario, sin dejar de hacer lo que sabe y lo que ama.

Constantemente escuchamos historias de empresas que recaudan millones de dólares en capital o que crean productos revolucionarios de éxito instantáneo. Este tipo de empresas son la excepción. La mayoría de los negocios exitosos empiezan siendo pequeños, crean un MVP (mínimum viable product), aprenden, modifican, encuentran su mercado y crecen.

¡No dejes de aprender! Toma ese curso, ve a ese taller, haz esa pregunta. En esta vida tienes opciones: dejas que las cosas te pasen, o haces que las cosas pasen.

4. Aprende a descansar, no a renunciar

Si estás en el camino de tus talentos y tus pasiones, estás en el camino correcto. Eso no significa que todo saldrá siempre bien. Caerás muchas veces y cometerás errores. El aprendizaje cuesta, pero la experiencia no puede comprarse.

Alguna vez Alejandro, un gran amigo, maestro y socio, me dijo esta frase que nunca he olvidado. Un día en que le dije: “ya no puedo, ya estoy harto, me dedicaré a otra cosa”, él respondió: “Francisco, aprende a descansar, no a renunciar”.

Una empresa no es una carrera de velocidad, sino un campo traviesa: requiere constancia, estrategia, creatividad y buenas rodillas, para levantarse una y otra vez.

También, sin embargo, hay que aprender a soltar cosas que no son reales: no vale la pena pelear por todo. Si estás en un trabajo o un proyecto que no te hace feliz, que contradice tus principios o que no va a ninguna parte, lo prudente es agradecer el aprendizaje y saber decir adiós.

5. Pide ayuda: no estás solo

Una de las mejores herramientas que encontrarás es esta: una cabeza más experimentada que pueda aconsejarte. A veces nos gana la vanidad… o la vergüenza y no buscamos consejo.

Encuentra un mentor (o mentores) que puedan asesorar tu proyecto. No tiene que ser nada espectacular. Puede ser alguien en tu familia, un amigo o un jefe: alguien a quien admires, en quien confíes y claro, que tenga experiencia real de negocios. No preguntes sobre inversiones al jardinero, ni sobre flores al contador. Busca ánimo y respuestas en aquellos que quieran y puedan dártelas. Después, calla, escucha y agradece.

6. El dinero no es el destino: plantéate una visión que inspire

Y sobre todo, perdón que lo repita: no sigas al dinero. Sigue tu talento, tu pasión y visión… y aprende a hacer dinero como parte del proceso.

El destino lo elijes tú. La empresa es tu vehículo y el dinero… es solo la gasolina.  Es eso y nada más. ¿Acaso planeas un viaje dependiendo de la gasolinera más cercana? ¡No! Planeas tu viaje porque tienes un lugar al que quieres llegar; solo después revisas en dónde están las gasolineras. De otro modo, el viaje no tiene sentido, ni misión ni fin: es el viaje absurdo de un escarabajo que se golpea en todas partes.

Tu destino es la visión, y el viaje la aventura. Bien entendida, una empresa no solo te hará rico en dinero, sino también en satisfacción, experiencias, curiosidad y retos. Aún más: podrá ayudar a otras personas a alcanzar sus propios destinos. Esto sí es algo por lo que vale la pena jugarse todo.

fuente: entrepreneur.com

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