Fuente: SON PLAYAS
Cerca del mar de Mazatlán, pero más cerca de los cerros y del cielo, se alcanzan a ver las urracas que van de un árbol a otro. Es fácil identificarlas por su larga cola y copete; elegantes y vistosas. Son tan bonitas, que a esta especie también se le conoce como urraca hermosa.
En los ébanos y habas que aún quedan parados en la zona de mayor crecimiento inmobiliario del puerto también se posan las calandrias amarillas, los cardenales rojos, las aguilillas y los tecolotes de ojos grandotes y redondos. Cuando el ruido de la ciudad en crecimiento se detiene, se escucha el picoteo de los pájaros carpinteros.
Poco a poco, la expansión urbana desplaza la vegetación que habitan estos seres para cubrir la demanda de vivienda generada por el crecimiento demográfico.
La mayoría de los nuevos desarrollos suplen la flora nativa por pastos y arbustos de ornato, casas construidas en serie y cotos privados porque es lo que más demanda el mercado.
Así era el plan maestro de uno de los complejos residenciales más grandes de Mazatlán, pero al final, la empresa desarrolladora, FOTUR S.A. de C.V., decidió conservar la cima de un cerro como área natural y emplear la flora nativa en sus áreas ajardinadas.
El proyecto se llama El Cielo Parque Residencial, está ubicado sobre la avenida Cerritos, al norte de la ciudad, y su extensión alcanzará 70 hectáreas cuando se concluyan todas las etapas planeadas.
Desde lejos, parece que el cerro está seco, pero al caminar entre los remanentes de la selva baja caducifolia la perspectiva cambia. Por esa razón, los árboles, cardones y otras cactáceas que nacieron ahí para dar cobijo a las aves no serán removidos para lotificar la tierra.
Ahora se planea colocar fichas con el nombre científico e información de las especies de flora que se quedarán en la reserva de más de tres hectáreas, de tal forma que los residentes y visitantes puedan identificarlas y apreciarlas.
Un giro diferente
En las faldas del montículo y sus alrededores, la urbanización también tomó un curso que se aparta del plan original. Al interior del desarrollo, los espacios están divididos con áreas verdes diseñadas por Entorno Taller de Paisaje, el despacho que intervino el Papalote Museo del Niño en la Ciudad de México.
La firma se distingue porque en cada proyecto busca que los jardines no sean meramente ornamentales, sino verdaderos hábitats naturales compuestos por vegetación adaptada a las condiciones del clima y por materiales pétreos para cerrar vistas y dar relieves al terreno.
En consecuencia, el paisajismo de El Cielo Parque Residencial es una mezcla de vegetación nativa local y nacional que soporta el clima caluroso de Mazatlán y requiere menos agua.
Según datos de FOTUR, los costos de mantenimiento de las áreas ajardinadas ya se redujeron a la mitad con el uso de flora silvestre.
Sin embargo, para Tonatiuh Martínez Maldonado, fundador de Entorno, lo más importante es que los usuarios de esos espacios sientan conexión con las áreas naturales y disfruten los servicios que les proporciona.
“Transformar un espacio en naturaleza es un proceso que a la larga va a tener más relevancia; el tiempo es el encargado de que tome forma”, explica.
Sin embargo, su experiencia le dice que la mayoría de los desarrollos residenciales y turísticos prefieren manipular plantas ornamentales comerciales y crear jardines inducidos.
Punto de equilibrio
Tarde o temprano, la expansión urbana se extiende sobre los espacios naturales para cubrir las necesidades humanas. Hacerlo con el menor impacto posible es una decisión que las empresas pueden asumir por iniciativa propia.
Federico Domínguez Kelly, director de FOTUR, reconoce que el conocimiento de la biodiversidad del lugar se generó conforme avanzó el proyecto.
“La primera vez que subí y recorrí toda esta zona vi un mundo de pájaros dándonos vueltas en la cabeza porque ellos descansan ahí y dije, ¿cómo vamos a desaparecer esto?”, recuerda.
Fue entonces cuando se tomó la decisión de conservar la cima del cerro como reserva natural e incorporar la vegetación regional en sus áreas verdes internas como un distintivo de El Cielo Parque Residencial.
“No tenemos un campo de golf o bahía, pero tenemos este parque natural y hay que intervenirlo lo menos posible”, refiere.
Con ese propósito, se han trasplantado árboles endémicos al interior del complejo y se han organizado jornadas de reforestación con la participación de instituciones educativas de la localidad.
Paulatinamente, los insectos, reptiles y aves que transitan en las áreas naturales colindantes han visitado la zona intervenida.
Beneficios de las áreas naturales
La Organización Mundial de la Salud señala que los espacios verdes son un recurso indispensable para la salud pública en las zonas urbanas porque ofrecen oportunidades de realizar actividad física, mantener el contacto social y reducir la tensión.
Además, las áreas naturales ayudan a mitigar la contaminación atmosférica y regulan la temperatura. Todos estos beneficios influyen en el bienestar de las personas.
Por otro lado, los Objetivos de Desarrollo Sostenible reconocen que la calidad de vida de los habitantes de las ciudades no es posible sin un desarrollo económico amigable con el medio ambiente.
Pero eso no es todo, pues para que las ciudades puedan ser sostenibles también requieren de una adecuada planeación urbana.
En ese contexto, Fotur se propuso crear la primera comunidad planeada de Mazatlán, que aparte de incorporar más de tres hectáreas de áreas verdes, incluye una red de vialidades, ciclovías y banquetas internas con acceso universal y más de 10 kilómetros de senderos recreativos que se despliegan por todo el desarrollo.
Se dispone de un tanque elevado para almacenamiento de agua y restricciones en las alturas de las construcciones de tal forma que todos tengan derecho al paisaje. El complejo también comprende espacios de convivencia, áreas comerciales y un reglamento interno que los futuros residentes se deben comprometer a respetar.
Ver con otro enfoque
Cada vez que puede, Gabriela Aguilar recorre el cerro y los caminos de las secciones que aún conservan su flora original al interior del desarrollo. Las fotos que ha tomado se cuentan por cientos e incluso miles.
Bromea con sus amigas cuando comparte postales que parecen tomadas durante un viaje a tierras remotas; pero no, es la selva seca y la costa de Mazatlán vista con otros ojos y otro enfoque. Aves, flores, siluetas y paisajes componen su colección.
Desde hace casi dos años, Gabriela se apoya en aplicaciones móviles para identificar las plantas que encuentra a su paso. Hasta entonces, no había tenido un acercamiento con la flora local, pero ahora planea hacer una colección botánica en su predio, según relata.
Las caminatas en compañía de sus dos perros le ayudaron a sobrellevar el distanciamiento social impuesto por la pandemia. En este tiempo ganó condición física y espacio para pensar menos en el trabajo y más en la salud.
Ahora, una de sus prioridades es ver terminada su casa en colindancia con la reserva para seguir las veredas que al amanecer muestran paisajes dorados de contornos montañosos y al atardecer apuntan al mar.
Desde ahí, los brazos de los cardones filtran la luz del sol y enmarcan la Isla de Pájaros, cerca del mar, pero más cerca del cielo, en la selva baja caducifolia del norte de la ciudad.
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